P. Castillo

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jueves, 6 de abril de 2017

Se había quedado una puerta abierta...

¿Sabéis una cosa? Tenía preparado ya el comentario de un libro para publicarlo aquí, anoche lo dejé casi acabado, pero esta mañana he cambiado de parecer en el último instante.







Mientras sacaba de la nevera unas hojitas de morera, para los gusanos de seda que tiene mi hija Izaskun, escuché fugazmente en la radio (siempre desayuno escuchándola) que el entrevistado, una persona relevante en el ámbito de la ayuda humanitaria, le contaba una anécdota a la locutora.

Era a raíz de un viaje que esta persona hizo a Nicaragua, el embajador español en el país centroamericano se interesaba por su adaptación al entorno, y el otro le respondió: “Señor embajador, vengo de Chad, en África, Nicaragua es Manhattan comparado con aquello (…)

Ahí quedó la cosa, pues tenía que irme a poner los brotes tiernos de morera y sustituir las hojas resecas, pocas hojas, en una cajita de cartón, donde había unas sandalias del número 19, el espacio, como decía, no da para más. O tal vez sí, quizás para Izaskun caben muchísimas cosas, las que se ven y las que no.

Comentaba que ahí quedó la cosa con esa entrevista… En realidad no es así, ahí no quedó la cosa.

Yo fui a hacer lo que tenía que hacer, pero dando rodeos a esas palabras, digamos que se había quedado una puerta abierta… y me escapé, mis devaneos se iban esfumando por esa rendija.

Entonces pensé:

Mogadiscio es “Manhattan” comparada con Puerto Príncipe

Rabat es “Manhattan” comparada con Mogadiscio

Tirana es “Manhattan” comparada con Rabat

Kiev es “Manhattan” comparada con Tirana

Madrid es “Manhattan” comparada con Kiev

Londres es “Manhhatan” comparada con Madrid



No pretendia parar tan pronto la serie, es que se produjo un lapsus…

Dejo un momento las hojas en la mesa de la cocina, junto a una tacita que tiene un par de fresas, le han sobrado a mi hija del desayuno, y una tarrina con tomates cherry amarillos, rojos, verdes y naranjas. Me como las fresas, muy rojas, además de un tomatito, muy amarillo…

Me he alimentado de colores, para ser más exactos rojo y amarillo.

El rojo de las fresas tiene licopeno, el amarillo del tomate, carotenoides. Vaya palabritas…

Hablando de palabras, aquí va otra; Náhuatl, proviene de nāhua-tl, (sonido claro, agradable).

El Náhuatl era la lengua dominante en el México precolombino, fue perdiendo su extensión al llegar los españoles e imponer el castellano.

Y a que viene todo esto? Pensaréis.

Por el tomatito que me acabo de comer.

Tomate, la palabra, procede de tomātl, y ésta pertenece a la lengua Náhuatl, que acabo de mostraros. ¿Curioso verdad?

He ahí la fascinante relación entre unos tomatitos en mi cocina y una lengua precolombina del siglo V.

Desde esa tarrina en mi mesa, hemos llegado al Imperio Azteca anterior al desembarco de Colón.

El color rojo y amarillo tienen mucho simbolismo, están en la bandera de España… ¡Y me los he zampado!

Uyys… raudo compruebo si masticar y tragar los colores rojo y amarillo, señeros de la bandera, constituye un atentado contra la autoridad en la reformada ley de seguridad ciudadana… nunca se sabe.

Que conste, a mí me encanta la bandera si, por ejemplo, sirve para calentar a una persona que estando con lo puesto pide limosna en la intemperie invernal y no hay otra cosa a mano. Esa bandera está bien.

Comprobado, todavía no es delito…

Voy hacia mi librería repitiendo esa cantinela de  “Manhattan”…
A la par que busco algún libro, sin tener claro cual, estoy con la susodicha cuestión… la deslumbrante Manhattan se erige en esta retahíla de urbes como paradigma de la Ciudad Total. Todas las demás confluyen ahí, para luego ser tragadas y desintegradas, como si fuera un agujero negro que engulle estrellas.

Y miro libros esperando ver, de forma preeminente, la palabra “Ciudad”, como si fuera a descubrir algo revelador en ella.

Ah sí… Los gusanos de seda, aguantarán bien, sus sobras son opulencia para otros congéneres menos afortunados.

No venía a por “Seda” de Baricco, pero claro, entre los gusanos de seda, y que lo tengo delante de mis narices, éste se me insinúa de forma descarada. 




Tampoco fue una lectura que me entusiasmara en su momento, desconozco si la culpa fue del libro, o del “momento”.

Ya que está, lo ojeo. Aparecen ciudades, las que atraviesa el protagonista, Hervé Joncour, convertido en comerciante de gusanos de seda… Wurttemberg y Baviera, después Viena y Budapest. Sigue por Kiev. Atraviesa los Urales y Siberia. Llega por fin a Fukushima, en Japón.

A la vista del espectacular itinerario, cierro el libro y me pregunto como convertir ocho gusanos, los que tenemos, en dieciséis, y luego en treinta y tantos… y así ser también yo, sin que hubiese más remedio, jeje, tratante de gusanos entre Oriente y Occidente.

Ese nomadismo para mí, fascinante desde luego, sería el final de los cuentos por la noche para Izaskun, y los viajes que yo vislumbro en sus ojos son, si cabe, más fascinantes. Jamás robaría los sueños de mi hija. Además, ya viajo dentro de su mirada.

Bueno, “Seda” y Baricco no me entretengáis más, yo iba a…

Sí, ciudades, ¿para qué? Pues abramos libros… y a ver que pasa.

A todo esto (sin libro mediante) recuerdo un fragmento, pertenece a un poema de Benedetti:

“Cada ciudad puede ser otra”

Solo quiero estos “fogonazos”. Sé que ahí está ese algo…

Abro “Las ciuades invisibles” (qué magnífico título), de Calvino:




“En Cloe, gran ciudad, las personas que pasan por las calles no se conocen. Al verse imaginan mil cosas las unas de las otras de las otras, los encuentros que podrían ocurrir entre ellas. Las conversaciones, las sorpresas, las caricias, los mordiscos. Pero nadie saluda a nadie, las miradas se cruzan un segundo y después huyen, buscan otras miradas, no se detienen.”

Sea lo que sea, presiento que estoy rozándolo con los dedos…

¿Y si es algo que excede a la ciudad?

Tal vez sea el mismo mundo.

“El mundo insomne”, (1965), de S. Zweig:





"Mira bien a los desterrados, tú, feliz, que sabes de qué vivir y para quien; para que comprendas con humildad, la ventaja que por mera casualidad tienes sobre los otros. Mira bien a los hombres que allí están agolpados (…) acércate a ellos, háblales, porque el solo acercarte es consolación (…)”

Les doy las hojas a los gusanos. Dejo todo esto que estoy escribiendo. Desconecto. Cambio de rumbo, me llevo al sofá “Los mejores cuentos de Edgar Allan Poe”, en un periquete me leo uno de los relatos, “El gato negro”.






Que comienza así:

“No espero ni pido a nadie que crea en el extravagante pero sencillo relato que me dispongo a escribir. Estaría loco de verdad si así lo esperase, cuando hasta mis propios sentidos rechazan su evidencia. Pero no estoy loco y sé perfectamente que esto no es un sueño. Mañana voy a morir y quiero aliviar mi alma de alguna manera."

Si empieza así… imaginad como sigue. Unas pocas líneas y ya mascullas; “joder, este tío era un genio”

Bien es verdad que algunas ciudades, vistas desde una azotea, como las innumerables que hay en Lima, provocan cierto desasosiego. Lo describe magistralmente el escritor peruano Sebastián Salazar Bondy en "Lima la horrible".



Fotos que realicé en Lima, Perú.





Así lo ve Julio Ramón Ribeyro:



Azotea limeña. Paco Castillo.



Por las azoteas

A los diez años yo era el monarca de las azoteas y gobernaba pacíficamente mi reino de objetos destruidos. (...)

Te estaba esperando -me dijo el hombre-. Me aburro, he leído ya todos mis libros (...)

Ah, ya sé -dijo el hombre-. Tú vienes solamente por los trastos. Puedes llevarte lo que quieras. Lo que hay en la azotea -añadió con amargura- no sirve para nada.

No vengo por los trastos -le respondí-. tengo bastantes, tengo más que todo el mundo.
Entonces escucha lo que te voy a decir: el verano es un dios que no me quiere. a mí me gustan las ciudades frías, las que tienen arriba una compuerta y dejan caer sus aguas. Pero en Lima nunca llueve o cae tan pequeño rocío que apenas mata el polvo. ¿Por qué no inventamos algo para protegernos del sol?

Una sombrilla -le dije-, una sombrilla enorme que tape toda la ciudad.
Eso es, una sombrilla que tenga un gran mástil, como el de la carpa de un circo y que pueda desplegarse desde el suelo, con una soga, como se iza una bandera. Así estaríamos todos para siempre en la sombra. Y no sufriríamos."



Me recupero del lapsus.

Voy a juntar los puntos más equidistantes de esa lista de ciudades que tenía.

Frente a frente, Puerto Príncipe y Manhattan.

¿Qué es Puerto Príncipe comparado con Manhattan?

Lo excesivo de uno y lo paupérrimo de lo otro se juntan en una coctelera mental que genera caos, ideas difusas. Me cuesta imaginarlo de buenas a primeras.

Al final, he hallado la mejor solución para resolver la pregunta, llevado por un vago deseo de justicia universal, decido que no es Puerto Príncipe la que tenga que ser “nada”

Ya encontré una respuesta a la pregunta de marras.

¿Qué es Puerto Príncipe comparado con Manhattan?

Manhattan comparada con Manhattan… no es nada.

Si señor, gran respuesta, me digo.

Ah, los gusanos tragan que da gusto estas moreras, las que tengo no son cualquiera… es la morera blanca. 
Morus alba, en latín. Morer blanc, en catalán. Masustabe, marhugatze, en euskera. Moreira branca, en gallego. Amoreira-branca, en portugués. White mulberry, en inglés.

He visto otro libro por acá, lo tenía entre el estante de Filosofía, aunque recuerdo que antes estaba por los de Historia.

"La escritura, archivo de la memoria"





Ahora mismo le hago una foto, ya está. No es la Ciudad el tema principal, pero hay otro tema que me suena bastante... La seda, claro. Veamos:




"Historia: La ruta del papel.

Hacia el año 750 de nuestra era, es posible que los árabes vencedores en Samarcanda aprendieran de unos prisioneros chinos la técnica de fabricación del papel a partir de trapos de seda. Este secreto lo habrían guardado celosamente los chinos a pesar de su difusión hacia el Este, en el año 600 d. de J.C., a Corea y luego al Japón, donde se implantó muy pronto con el éxito hoy conocido. En cuanto a los papeles tostados, fabricados en México por los mayas y luego por los indios Tomi, serían el vestigio de las migraciones hacia el continente americano de los pueblos protomongólicos, a través del estrecho de Bering, y más tarde a lo largo de la costa del Pacífico... Así se dibuja lentamente, alrededor del globo, la Ruta del Papel.

Hacia el Oeste, poco a poco, partiendo de Samarcanda, siguiendo la ruta que acabó por tomar el nombre de la Seda, pues era lo que principalmente se transportaba, el papel inició a su vez la partida: Asia Central, Persia, Egipto, África del Norte y después España, donde la primera fábrica se construyó en 1154, mil años después del descubrimiento (reconocido) del papel por Cai Lun."


¿Vemos otro libro? Es que lo tengo aquí cerquita...




«El Kublai Khan mandaba acuñar monedas de la membrana que hay entre la corteza y el tronco de la morera».

“Viajes”, Marco Polo.


Vamos llegando al final, tengo que conseguir una caja más amplia, cuando de las crisálidas salgan las mariposas, han de estar cómodas, solo así mi hija puede apreciar bien el "milagro".


Foto internet. Mariposa del gusano de seda.


Dice una leyenda que dos milenios antes de Cristo, la emperatriz Xi Ling- Shi a fuerza de observar las plantas, descubrió unos pequeños capullos amarillentos y brillantes. Cogió uno mientras tomaba su té, el capullo se le escapó de los dedos y cayó en la taza de té caliente. Al sacarlo, el capullo comenzó a deshacerse transformándose en una hebra de hilo muy largo.


Pues eso, el mensaje aquí es el que a cada uno le plazca hacer.