P. Castillo

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viernes, 16 de septiembre de 2016


OLIVIA. Por Olivia (seudónimo de Dorothy Strachey, Inglaterra, 1865 – 1960)

Libro. Editorial Lumen, 1974. No se indica el traductor. 117 páginas.
Fotos, Paco Castillo, primavera pasada, 2016.




Una larga pausa, la verdad. He querido invitar a Dorothy Strachey para iniciar de nuevo la andadura blogera, fue la primera lectura tras la pausa en julio, a la que siguió  “Una grulla en la taza de té” de Kawabata y otras tantas.

Os había comentado que volvería con el poeta islandés J. Hjálmarsson, pero le ha cedido gentilmente el turno a la escritora inglesa. Hjálmarsson y varios libros más me acompañaron en mi periplo viajero, un tanto movido. 

Partimos toda la tropa desde casa, en Madrid, una semana para Asturias, desde ahí regresamos al hogar y sin apenas tiempo hicimos las maletas para volar, dos días después, hacia Puerto Rico donde estuvimos estas dos últimas semanas. Acabamos de aterrizar en Madrid, como quien dice. Bueno, os contaré sobre esto la siguiente vez. 

Por cierto, la nueva foto de cabecera la realicé ahí, en el Viejo San Juan de Puerto Rico, lugar bellísimo.

Esta edición que os presento es de la Editorial Lumen, 1975. Sé que posteriormente lo reeditó en 1996, en la colección Femenino Lumen.

El comienzo y el final de un libro son dos etapas cruciales de la creación literaria, destellos de brillantez con los que el autor o autora nos deja embriagados de forma súbita.

Ha sido un libro de corta extensión y sin embargo no sé muy bien como empezar… Por lo más inmediato, supongo. Es una historia preciosa, narrada con una exquisita sensibilidad y elegancia que te seduce irremisiblemente:

“He llenado este invierno melancólico y vacío escribiendo una historia. La he escrito sin modestia y sin fatuidad, para la propia satisfacción personal, sin preocuparme por los demás, sin inquietarme por apenar o escandalizar a los vivos, sin tener escrúpulos por hablar de los muertos” (p. 9)

¿Qué lector, una vez leída tal declaración, cerraría este libro y lo arrojaría al olvido?
Si te encuentras con esto al principio ya estás deliciosamente envenenado, bajo los efectos de esa exquisita literatura que te roba el aliento, que secuestra tu pensamiento para alejarlo de lo mundanal y sucumbir a un implacable síndrome… no de Estocolmo, sencillamente de Dorothy.

Además autobiográfica, pero… no, no es el relato de toda una vida. Solo es la vivencia de un amor en la juventud.

¿Solo? ¿Se puede decir “solo” cuando aquellos sentimientos, con apenas dieciséis años, marcarán el resto de tu vida? Sobrecoge pensar que en un año tu vida pueda ser más plena que en los siguientes setenta.




No es fácil encontrar biografía sobre la escritora, aunque algo hay. Esta es una semblanza de la contraportada, más de uno o una se sorprenderá:

Dorothy Strachey nació el año 1866, en una distinguida familia victoriana, muchos de cuyos miembros ocuparon un lugar destacado en la Inglaterra de su tiempo.

Su hermano Lytton Strachey comparte con Virginia Woolf el papel estelar en el grupo de Bloomsbury, y también Dorothy –casada en 1903 con un pintor francés: Simon Bussy- estuvo muy relacionada con este grupo y sirvió de puente entre los pintores de Bloomsbury y los pintores franceses postimpresionistas.

Olivia se publicó por primera vez en 1949, bajo seudónimo, y solo en fecha muy reciente se ha dado ha conocer la identidad del autor (autora) de este relato, en parte autobiográfico, tierno, emocionado, levemente irónico, de un primer amor bajo el signo de lesbos.



D. Strachey

Y ya nos introducidos en el libro.





Olivia, una jovencita inglesa de clase adinerada, cuya familia relacionada con el gremio científico la educó en un agnosticismo casi militante, cuando no ateísmo si convenía.

¿Significa esto un ambiente familiar de clara rebeldía contra las convenciones sociales?

Pues en este caso se interpone la particularidad del carácter inglés para dar lugar a una más de las paradojas que los conciernen. Me refiero, por supuesto, a la manida flema inglesa, esa antinatural inclinación por ocultar los sentimientos, las emociones paternales o maternales hacia los hijos, hacia los semejantes en definitiva.

Un ademán de cariño espontáneo como un efusivo abrazo, unas palabras de afecto sin estar forzadas, en definitiva gestos instintivos de cariño de una madre hacia una hija, etc, estaban considerados fuera de lugar en estas familias de la alta sociedad londinense.
La Inglaterra victoriana tan proclive al decoro, las formas y el saber estar, por encima de algo tan “primitivo” como la manifestación de los instintos amorosos expresada de una manera natural, sin una forzada contención.

Y esta familia, por muy agnóstica e incluso atea que fuera… también era profundamente victoriana, como esencia de lo inglés, para ellos guardar las formas era tan sagrado e irrenunciable como el té de las cinco.

Olivia, por tanto Dorothy Strachey, siempre expreso su contrariedad por esa absurda actitud ante la vida, que sus coetáneos llevaban hasta extremos grotescos.
Ella es un ser sensible, una muchacha ingenua y de noble corazón que sucumbe, y nos lo cuenta en primera persona, al primer enamoramiento. Un sentimiento deslumbrante, desconcertante, que dejará una estela indeleble en su alma, hasta el final de su existencia.

Otra mujer será la causante de este primer fulgor juvenil que “aturde maravillosamente” a Olivia.

Publicada en 1949 bajo el seudónimo de Olivia (sí, el mismo que da título a esta obra), tal vez para evitar algunas reacciones furibundas de la puritana sociedad inglesa, el impetuoso corazón de una adolescente rendido a la sensualidad de una atractiva dama francesa… quizás fuera demasiado escandaloso en su elitista círculo social, pero a ciencia cierta no sé con certeza la razón, en su propia introducción nos cuenta que no tiene ningún reparo en escribir lo que siente y piensa… ahí queda.




Es una escritura que excluye el tono provocativo, pues Dorothy a sabido exprimir al máximo la sensualidad de sus palabras sin dotarlas con una descarada carga sexual, ni siquiera erótica en el sentido más erógeno del término.

Al fin y al cabo, nos lo cuenta una tímida adolescente de dieciséis años, educada en la Inglaterra victoriana, y no una madame de los bulevares parisinos. Dorothy Strachey ha hilado fino sin caer en la trampa.

Olivia, (y todo lo que sigue más lo anterior es verídico), será enviada por sus ilustres progenitores a un distinguido internado de señoritas en Francia, en las proximidades de París. Las institutrices, dos jóvenes damas francesas, son amigas de la madre, quien ha reiterado la tendencia agnóstica, o atea de la familia, condición totalmente respetable en esta institución francesa, no hallará problema por esto.

Y de repente aparece Mlle Julie, la encantadora profesora francesa. En la expectación de los primeros días les va a leer un poema en su lengua materna, el francés. Todas las alumnas miran extasiadas a Julie, las inglesas, algunas norteamericanas, irlandesas, suizas… La contemplan, una dama francesa que recita un poema en francés. Asisten boquiabiertas a la escena, y una de ellas, Olivia, es consciente de encontrarse por primera vez ante la belleza, de darse de bruces con ella.

Descubre, arrebatada por la cautivadora personalidad de Mlle Julie, que la belleza surge en una leve mueca de su labio, que acompaña a un suave gesto de su mano al deslizar las páginas, que se muestra en la entonación de su voz, en su forma de andar, en el silencio de su mirada cuando calla la voz sensual, en su sonrisa…

Y ya nunca lo olvidará:

"Voy a leeros a la Andrómaca de Racine –dijo Mlle Julie-, pero antes de empezar os preguntaré algunas cosas. ¿Alguien aquí que haya oído hablar de Andrómaca?

(…) Acumulé todo mi valor y susurré:
La esposa de Héctor.
(…) ¿Y Hermione?
Nunca he oído hablar de Hermione.

¡Ah! Bien, esta noche oirás algo sobre ella, y espero que no la olvides nunca. Pero, puesto que has contestado tan bien, ven y siéntate a mi lado.

Me indicó con señas que colocará el taburete junto a sus rodillas. (…) después de explicarnos la importancia de la mitología, resumió cual era la situación en la corte de Pirro, cogió el libro y empezó:

“Oui, puisque je retrouve un ami si fidèle…”

Me he preguntado a menudo qué participación tuvo Racine en el alumbramiento de la llama que empezó a arder en mi corazón aquella noche, o qué participación tuvo la proximidad. Si ella no hubiera leído precisamente aquella obra, o si no me hubiera pedido casualmente que me sentará a su lado, en un contacto tan inmediato, ¿acaso el material inflamable que yo llevaba tan insospechadamente en mi interior hubiera permanecido lejos de la chispa incendiaria y nunca se hubiera provocado el fuego? 
Pero probablemente no, más pronto o más tarde, tenía que suceder.

Ante ella había una mesa con una lámpara, y la lámpara proyectaba su luz sobre el libro y sobre su rostro. Yo, sentada a su la do y a sus pies, la veía iluminada y casi de perfil. La miré por primera vez mientras la escuchaba. No sé que hice con mayor vehemencia, si mirarla o escucharla. Repentinamente comprendí que aquello era la belleza, la gran belleza, algo de lo que había oído hablar y sobre lo que había leído sin comprenderlo, algo por cuyo lado había pasado yo quizás cien veces, con ojos desatentos, ciegos. 

Había visto muchachas bonitas, muchachas encantadoras, sin duda, pero nunca les había prestado una atención consciente (…). Pero esto era algo muy distinto. No, no era distinto. Era sencillamente que despertaba por primera vez a algo: la belleza física. Nunca más estaría ciega ante ella" (p.28).

La autora no refleja ninguna apreciación moral por al hecho de que sea una atracción amorosa entre mujeres, brillan por su ausencia, parece claro que su agnosticismo excluye estos dilemas éticos. Olivia está liberada de tales prejuicios, que en la puritana Inglaterra de entonces hacían acto de presencia a la mínima oportunidad. Otro asunto pudiera ser cuando lo publicó, lo digo por la utilización de un seudónimo, pero ya he apuntado que no lo sé con seguridad.

Por tanto no encontraremos una sola línea en la que aparezcan alusiones de carácter ético por los sentimientos expuestos. Se ama o no se ama a alguien, sin más. 

El amor te sucede, si se ajusta o no a unas convenciones… a ese sentimiento, al amor, le trae sin cuidado. Y con esa despreocupada frescura lo narra la protagonista.

Así que, ¿Cómo borrar aquella huella? 

¿Quién quiere?

Acaso ¿Quién puede?






14 comentarios:

  1. Hola Paco

    Bienvenido de tus viajes. Preciosa foto la de portada.

    Hubo una época, creo que te conté en algún comentario de una reseña que escribiste, que me repelía casi todo lo escrito por escritores ingleses, en concreto los escritos en la primera parte del siglo XX, Creo que tiene que ver con ese “espíritu victoriano” del que bien hablas. Las anclas morales aferradas a lo más profundo de la moral cristiana y puritana inglesa, pero no solo eso, sino que hay que sumarle el profundo clasismo que supuraban todos aquellos libros, (aun los de escritores de escritura “progresista”) Con el tiempo ( y John Berger jajajj) se me pasó, pero aun hoy miro con recelo a aquellos escritores “victorianos” ( a Ford Madox Ford, no se lo perdono jajja)

    buena lectura para empezar (espero con muchas ganas tu comentario de Kawabata)
    un abrazo cuídate

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    1. Hola amigo.

      Gracias, es una foto muy bonita, cierto. Vi a esas personas formando siluetas sobre el horizonte nuboso y me recordó al teatro de las sombras japonesas, así que saqué la cámara e inmortalicé el instante, me gusta el resultado.

      Me acuerdo que cierta literatura inglesa y tú no hacéis buenas migas, todos tenemos nuestras y filias y fobias literarias, nada extraño.

      Pienso que te llevarías muy bien con Dorothy, pues en las primeras líneas hace una sincera y dura crítica a su entorno familiar por todo eso que tú señalas, en ese sentido el libro fue como un bofetón a todo ese ambiente hipócrita y clasista.

      Pero la historia del libro discurre al margen de eso, son las vivencias (basadas en hechos reales) de una adolescente que se ve desbordada por los sentimientos arrebatadores que le provoca la institutriz francesa, y como esos momentos brillarán con un destello especial hasta el fin de sus días, ya en una vejez venerable.

      Eso es algo que siempre me ha impresionado, como unos minutos, unas horas, tal vez unos días en tu niñez "van sobre el tiempo flotando como un velero" parafraseando ese maravilloso poema de Lorca, "La leyenda del tiempo".

      Sí, Kawabata estará por aquí.

      Cuídate Wineruda, un abrazo.

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  2. Hola Paco,
    Bienvenido de nuevo, precioso cielo e imágenes las de tu nueva cabecera. Me han entrado muchas ganas de conocer Puerto Rico, a ver cuando llega el momento.

    Sobre Olivia y tu excelente entrada, poco más que decir que creo que me he enamorado de esta sensible mujer y que voy a leerla, así que ya te contaré.

    Me gusta lo que cuentas sobre su opinión y el trato que da a todas esas absurdas convenciones en las que vivía, que lo constriñen todo y sobre todo me apetece ver cómo trata la autora ese amor por la belleza en estado puro, ese amor que se ama sin más, sin perjuicios y sin morales. Me parece muy interesante leer y ver cómo lo hace la escritora.

    Como siempre gracias por esta propuesta literaria que desconocía.

    Un abrazo de bienvenida

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    1. Hola Conxita.
      Sí, el cielo estaba espectacular, en general, el atardecer caribeño te regala cielos impresionantes, ya contaré algo de mi estancia en Puerto Rico.

      Me alegro mucho haberte contagiado el entusiasmo por este pequeño libro, y sin embargo enorme en el sentimiento que alberga. Ojalá o disfrutes como yo. Cuando la belleza física te impacta por primera vez, algo cambia para siempre...

      Gracias y otro abrazo para ti :)

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  3. Hola Paco: Un alegría "tenerte" de nuevo. Y lo haces a lo grande, con un libro sobre el que me has creado una necesidad que a ver cómo le doy salida :)

    Me ha recordado mucho al libro de Violette Leduc "Thérèse e Isabelle", un libro que me dejo boquiabierta y por tus comentarios detecto que esta Olivia te ha producido las mismas sensaciones. Sospecho también que nova a ser un libro fácil de encontrar, ahora buscaré.

    Gracias por el descubrimiento... y por volver.

    Un abrazo

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    1. Hola Ana.

      Me acuerdo del libro de Violette Leduc "Thérèse e Isabelle", que comentaste, hay libros que generan una corriente de empatía que me parece maravillosa. Me ha gustado mucho por ser el punto de vista de una adolescente viviendo tal experiencia, con cierta ingenuidad y a la vez dosis de madurez, una combinación compleja, pero también un alma sin contaminar al ser tan joven. Una forma de narrar exquisita.
      Un libro para ti, Ana.

      Gracias a ti, por estar.

      Un abrazo :)

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  4. Hola, Paco!
    Qué bueno que has regresado! La foto de portada es maravillosa.
    Lo que has traído en esta ocasión resulta llamativo, pues resulta curioso que alguien formada en el puritanismo victoriano se anime a reflejar un costado que era mejor ocultar...
    Por suerte, puedo hacerme de un ejemplar de tu misma edición del '75. Espero que se me confirme.
    Gracias por la reseña de autora y obra que desconocía.
    Un gran abrazo!

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    1. Hola amigo Marcelo.

      La verdad es que tuve suerte con ese cielo, se confabularon todos los elementos a favor... y yo estaba ahí para captarlo.

      Hay un pasaje del libro, que de hecho iba a poner, y creo que lo olvidé, en donde Olivia hace una durísima crítica a su madre, pues la encontraba más entusiasmada entre sus libros de literatura francesa, que en su presencia, la de Olivia... Tremendo, ¿no?
      Qué bueno sería que te hicieras con él, ojalá.

      Gracias a ti, sobre todo.
      Un gran abrazo!

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  5. Pues me alegra saber que no hay alusiones éticas o morales en este libro, mancharían lo que me da la impresión de ser una historia pura. Otra cosa claro está, es el cómo se tomaría la sociedad de la época este encubierto episodio autobiográfico. Me has hecho fijarme en esta escritora que para mí hasta ahora era una desconocida, así que gracias por ello.
    Me alegra que hayas disfrutado de tus vacaciones, con días por mi tierra incluidos, pero más aún tenerte de vuelta.
    Un abrazo

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    1. Hola Lorena.

      No, no las hay, Olivia vive ese sentimiento con absoluta naturalidad, no establece juicios morales, porque no hay nada que juzgar, una siente el amor, la seducción, y punto.

      Por lo visto, poco o nada le importó el escándalo que pudiese generar con el libro, pero también es cierto que lo escribió utilizando un seudónimo, no está del todo claro el motivo. Sea como fuere está escrito con mucha brillantez, un ejercicio literario de primer nivel.

      Yo también me alegro de tenerte con nosotros, un placer.
      Un abrazo!

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  6. La verdad es que nunca hubiera imaginado que la foto de portada fue hecha en Puerto Rico. En cualquier caso es espectacular, me gusta esa comparación que haces con el teatro de sombras. Yo suelo estar mucho por las nubes, pero es que en otoño además me lo paso mirando al cielo. Creo que ya lo hemos hablado, pero el amanecer y el atardecer en esta estación que entra tienen algo especial.

    Respecto al libro, me ha impactado sobre todo la sinceridad brutal de la protagonista, quizá por el hecho des estar amparada detrás de un seudónimo. Ya que mencionabas a Kawabata, quizá exista algo en común, en ese fulgor amoroso contenido en el gesto más insignificante. El fragmento en el que la muchacha es invitada a sentarse junto a la profesora me ha gustado por su intensidad y simbolismo, hay momentos en la vida, en apariencia banales, que son verdaderos puntos de inflexión.

    Un placer tenerte de vuelta. ¡Saludos!

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    1. Tampoco yo imaginaba el Puerto Rico que luego me encontré, un lugar frondoso, verdísimo (aunque siendo de clima tropical tampoco es extraño) y, lo que más me impactó, la cantidad de montañas. Recuerdo que le comenté a mi mujer: "esto es Asturias dentro del Caribe".

      Un sentimiento como el amor (ahora hablando del libro), a menudo es pasado por un denso tamiz de prejuicios, normas, convenciones y qué se yo... Desde luego no es el caso de la protagonista, ella habla del amor, sin más.
      Está narrado con una elegancia que resulta del todo idónea para esta historia, Dorothy Strachey era una magnífica escritora.

      Yo cuando descubro algo revelador en los detalles banales (qué bien transnmite esto Kawabata), me quedo fascinado, en lo trascendente también, pero de otra manera menos contundente , ahí es algo esperable.

      Cuídate Gerardo.

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  7. Espectacular fotografía de portada, quedo a la espera de que nos cuentes de Puerto Rico.
    Más sencillas, las fotos primaverales que acompañan el libro también me gustan ehhh
    Interesante lo que cuentas sobre Dorothy Strachey y sobre su Olivia, desde luego la sociedad victoriana tan estrecha de miras, formal, moralista, etc., necesitaba que fuera rota por mujeres con valentía (al fin y al cabo era quienes más la sufrían) y esta obra parece que refleja esa ruptura a través de las emociones y los sentimientos fuera de la heterosexualidad. Quizás la adolescencia es un buen momento para esas rupturas.

    Abrazos!!

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    1. Así es Laura, creo que fueron unos instantes de gran espectacularidad, se conjugaron una serie de elementos y tuve la fortuna de estar ahí para captarlo con la cámara.

      La verdad es que la historia apenas se ocupa de la sociedad victoriana, solo las líneas en las que Olivia nos cuenta sobre su familia, el grueso del relato se centra en como ese sentimiento amoroso, desbordante, pasa como un torbellino por la vida de esta adolescente, y lo que significará el resto de su vida (es una novela autobiográfica). Está escrito con una prosa sutil, da gusto leer a un autor, autora, cuando escribe tan bien.

      Escribiré de Puerto Rico, por supuesto :)

      Abrazos!!

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