DISCURSO DE LA SERVIDUMBRE VOLUNTARIA.
A las 06:20
de la madrugada mis ojos estaban clavados en el techo tratando, en vano, de
hallar alguna araña para seguir sus peripecias en la penumbra y, así,
reencontrarme con el sueño. Mala hora para toparse con arañas. Delicioso
momento para ir de puntillas a la biblioteca y dejar que me sorprenda el
amanecer con un libro entre las manos.
Son cerca
de las 13:30, el libro, “Discurso de la servidumbre voluntaria”, ya está leído.
No es mérito mío, más bien del autor.
Etienne
de la Boétie (1530 – 1563). Tampoco son demasiadas páginas, 109, pero las pares
corresponden al texto original en francés, las impares a la traducción en
castellano. Es un bonito libro de la Editorial Tecnos, con una estupenda
introducción de José de la Colina.
Algún
día, todos aquellos que van ha ejercer su derecho al voto, antes tendrían que
leerlo. Empiezo con este utópico deseo. Del mismo modo que utópicos eran los
anhelos del autor al proponer una altura ética y moral a sus conciudadanos que
les permitiese ver más allá de su ignominiosa complacencia con el villano de
turno.
Mirando a
nuestro alrededor, ya vemos que su noble intención quedó en agua de borrajas.
Que leyendo tampoco nos libraremos de ese mal, tal vez, pero no hacerlo es
poner en la mano de quien nos golpea una maza más grande. Así nos luce el pelo…
de tanta hostia en la coronilla.
Es un
libro de culto entre los anarquistas, los de verdad, que eran, son, (ignoro si aún quedan) lectores pródigos,
aunque concentrados en su universo ideológico.
Etienne
de la Boétie lo escribió a la temprana edad de dieciocho años, era un joven de
cultura deslumbrante en su época. Un viejo conocido en los círculos
anarquistas, el sindicalismo y el republicanismo.
El que
fuera amigo inseparable de Montaigne, legó una obra que se ha convertido en lectura
imprescindible para todo aquel que entienda el anarquismo como una alternativa
vital, quizás posible, con la buena praxis del pensamiento político y
filosófico, y no como un parapeto desde el que incendiar contenedores, tampoco
me imagino a los últimos empleando su tiempo en leer. En realidad es un libro
recomendable para todos los que consideren “pensar por sí mismo” como algo que
no es malo…permítaseme la ironía, procede.
Tenía que
ser este jovenzuelo, versado en los autores clásicos grecolatinos, el que
hiciese agachar la cabeza a hombres como castillos por su humillante
servilismo.
Que uno
solo ante el déspota esté vencido, puede ser, que doscientos mil ante el
déspota también lo estén, solo puede ser si así lo quieren los doscientos mil.
Más o menos es lo que dice Etienne de la Boétie, ¡y cómo lo dice, si, con
dieciocho años! :
"Lo que (el tirano) tiene más que vosotros son los
medios que le dais para que os anule. ¿De dónde saca los ojos que os espían, si
no es de vosotros? ¿Cómo tiene tantas manos para golpearos, si no le prestáis
las vuestras? Los pies con los que pisotea las poblaciones, ¿no son los
vuestros? ¿Tiene sobre vosotros algún poder que no provenga de vosotros mismos?
¿Cómo se atrevería a robaros si no fuera porque se lo consentís? ¿Qué mal
podría haceros si no encubrieseis al ladrón que os despoja, si no fueseis los
cómplices del asesino que os mata y los traidores para vosotros mismos?"
Vaya con
el chaval. Tiene para dar y tomar, ahí va otra muestra:
"Esta treta de los tiranos, la de entontecer a sus
súbditos, nunca fue tan evidente como en la conducta que tuvo Ciro hacia los
lidios tras haberse apoderado de su capital y cuando y tomó cautivo a Creso,
aquel rey tan rico. Le dieron la noticia de que los habitantes de Sardes
estaban en revuelta. Fácilmente pudo reducirlos a la obediencia, pero no
deseando saquear una ciudad tan hermosa, ni verse obligado a sostener un
ejército para mantenerla domada, imagino un medio admirable de seguir
poseyéndola. Estableció burdeles, tabernas y juegos públicos, y emitió un bando
que obligaba a los ciudadanos a asistir a tales lugares. Tan bien le resultó
que, en consecuencia, ya no necesitó usar la espada contra los lidios."
Pues eso,
unas sentencias de rabiosa actualidad, que dicen los periodistas. Supongo que
todos nos acordamos de la famosa Ciudad del Juego, si, el proyecto de Eurovegas
en Alcorcón… ayy que pillines estos políticos, que aviesas intenciones tendrían
para hacer tanta genuflexión al señor Sheldon Adelson. Nuestro jovencillo,
Boétie, lo tenía claro.
Así que
estamos ante un ensayo que se adelantó en tres siglos (fue escrito en 1548) a
las ideas de Proudhon, Bakunin o Marx.
Enfrascado
en su lectura, voy pasando las páginas… aparto el libro para ir macerando los
ingredientes allí vertidos y pienso que sus palabras podrían ser las mismas que
ayer, año 2015, uno al que ( los otros ) llaman el “coletas” y se apellida
Iglesias pronunciara con la difícil intención de despertar algunas conciencias
adormecidas.
Es fácil
intuir que el chaval de ahora, Pablo Iglesias, haya leído a nuestro autor y que
éste estuviera presente en no pocos de sus discursos. Seguro que cuando grita
eso de la CASTA, para sonrojar a nuestros apoltronados políticos, una parte de
esa ira va dirigida, de un modo más sutil para no espantar el voto, a un grupo
mucho más numeroso, los DESCASTADOS, a nosotros, a ver si dejamos de agrandar
la maza.
El
mensaje de Boétie es un puñetazo en el estómago, y duele, somos cómplices de los
abusadores que nos fustigan.
Visto lo
que hay, sus reflexiones, como decía al principio, quedaron atrapadas en una
bella quimera, la utopía que nunca llegó a vestirse de realidad. Esa es la
grandeza de la literatura, hacernos habitables las quimeras para sacudirnos,
por unos momentos, la suciedad de este mundo. Y si algunos, al contrario, están
empachados de belleza en este mundo sin igual, de nuevo, la literatura de
verdad, viene a su rescate y los invita a descender a los infiernos, los gastos
corren a cuenta del lector, suelen ser lo que cuesta el libro. A veces el
precio de un libro podría dar para toda una revolución.